El Imperio Romano no cayó como se suele decir, sino que se transformó. La sociedad romana que vio el que se cita como último emprerador, Rómulo Augusto, era completamente distinta a las de el otro Augusto 500 años antes. La del Augusto del que ya hemos hablado en este blog, se basaba en un poder centralizado en Roma, sostenido por el comercio de los excedentes producidos por los grandes latifundios agrícolas y un potente brazo armado que aseguraba la seguridad. Esto último me parece fundamental. La seguridad hacía funcionar el imperio y por eso cualquier conato de rebelión se atajaba de forma violenta y sin ninguna piedad. De ahí las crucifixiones y los terribles castigos que sabemos que se empleaban en la época.
Esa seguridad se fue complicando con el tiempo y el poder centralizado que no podía garantizarla fue siendo sustituido por señores de la guerra que sí la garantizaban en un ámbito geográfico más reducido. Puro feudalismo. Las invasiones bárbaras no son la causa de esto, sino la consecuencia. Allí donde no había un señor de la guerra local, aparecieron otros desde el norte, bien por motu propio, bien invitados por el ya impotente Estado Romano.
En nuestro caso, España fue invadida por varios pueblos invasores a partir del año 400: Vándalos, Alanos, Suevos y Visigodos. Casi nada. Los vándalos, cuyo nombre evidencia su mala prensa, fueron emigrando hacia el sur y terminaron en el norte de África. Los alanos también hicieron sus fechorías por aquí, fueron derrotados por los visigodos y también la mayoría terminó en el norte de África.
Lo de los suevos es más complicado, porque entraron en Hispania y ante la imposibilidad de derrotarles, el emperador Honorio llegó a un pacto con ellos para que se establecieran en el noroeste de la península, concretamente en el norte de Portugal, Galicia y según parece más hacia el este hasta los Pirineos. El poder romano en Hispania estaba ya quebrado.
Los visigodos serán los que más te suenen. Otro pueblo del norte que en virtud de otro pacto con el poder imperial romano se establecieron en España y el sur de Francia aunque de este último sitio fueron expulsados por los francos. Así que se quedaron definitivamente en España.
Alrededor del año 500 D.C. nos encontramos con dos pueblos bárbaros que se han establecido aquí, cada uno con un área geofráfica. Por otra entrada anterior de este blog ya sabrás que los habitantes de la península somos básicamente lo que éramos ya en la Edad de Hierro. Las invasiones que hemos tenido desde entonces han dejado rastro en nuestra cultura o nuestra lengua, pero poco en nuestra genética. Eso pasó también con los visigodos. Llegaron como un ejército seguido del resto de componentes de sus tribus y se configuraron como las élites guerreras que dominaban el sistema político. Pero los españoles de hoy tememos poco de visigodo, como tenemos poco de romano o de cartaginés. Su genética se diluyó entre la población local, así que no debieron de llegar tantos individuos.
Con ambos pueblos bárbaros compartiendo península ya te habrás imaginado que el tema terminó mal. Entraron en guerra y el primer sitio que desalojaron los suevos, mejor dicho, en el que no pudieron mantener su poder los suevos fue el norte peninsular, esto es, el área que hoy oculpan Cantabria, País Vasco y el norte de Castilla. Aunque no está claro que ese poder fuera real o solo nominal. El vacío de poder fue aprovechado por los locales para volver a tener un sistema político propio. En resumidas cuentas, volvermos a tener la Cantabria insumisa que había conocido Augusto, con algunos añadidos. La Castella Veteris de Las Merindades era parte de esta nueva realidad.
En el 574, como parte de los esfuerzos de consolidar el poder visigodo, Leovigildo ataca a los cántabros y los vence. Parece ser que tomó y saqueó la ciudad de Amaya en Burgos, ya cerca de Palencia y muy cerca de Herrera de Pisuerga donde había estado siglos atrás la Legión IIII Macedónica. Leovigildo por supuesto reclamó la victoria completa, pero tenemos que ver qué significó esto en el caso de Las Merindades.
Lo que conocemos de los visigodos en Las Merindades es que restauraron el Castillo de Tedeja, que probablemente había quedado en desuso y 25 años más tarde de la campaña de Leovigildo fundaron la Iglesia de Santa María de Mijangos. Al menos, esta última se fundó en nombre de Recaredo, otro rey visigodo. Ambas construcciones encaramadas en la Sierra de la Tesla. Tedeja, además protegiendo el desfiladero de la horadada que da acceso a la meseta. Tiene toda la pinta de que Recaredo venció a a los Cántabros de Amaya en la meseta, dominó esa parte, pero en ningún momento controló la Cantabria de las alturas, incluidas Las Merindades, que volvieron a quedar como tierra de nadie.
Es más, me apuesto pincho de tortilla y caña a que Santa María de Mijangos fue un puesto avanzado de cristianización de paganos. Los cántabros aún creían en sus dioses pre-cristianos en el momento de la fundación del templo y éste fue una herramienta del proselitismo cristiano. Eso sí, aún es pronto para fundar un templo en el llano y lo colocaron al abrigo del Nela colgado de la Sierra de la Tesla.
Vayamos ahora con otro icono de la zona. El Castillo de Urría. Esta etapa visigoda es la última en la que tiene sentido una construcción como esa en lo alto del monte dominando el Valle. Nunca se han llevado a cabo estudios arquológicos serios en ese castillo, probablemente por lo dificil que es acceder a él, pero déjame volver a asegurar que no es lo que entendemos por castillo. Es una atalaya y es imposible que pueda ser otra cosa.
No solo es una atalaya, sino que mira hacia el norte. Vigila todo el Valle del Nela (nombre marca propia). Solo hay dos momentos en la historia en que esta edificación tenga sentido: durante el periodo en que la zona fue parte de la limes romana contra los Cántabros y en esta en la que los visigodos se guardaban del mismo pueblo. Se podría argumentar que pudo formar parte de una frontera de los musulmanes, pero sabemos cómo eran las atalayas que fabricaban estos y eran muy distintas. Hablaremos además más tarde de la poca posibilidad real de que los musulmanes dominaran de verdad el terreno por encima del Ebro.
De momento quedémosnos con que la cuna de Castilla que queremos entender vuelve a ser asolada por una guerra, vuelve a convertirse en tierra de nadie y lleva un rumbo diferente a la España más al sur.
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